Testimonio de un sacerdote condenado al infierno ante el justo juez la virgen maría intercedió por el para que no fuera al infierno y sirviera de ejemplo a otros sacerdotes
Un Sacerdote
enfrenta su juicio particular ante la presencia de Dios. El padre Steven
Scheier fue ordenado sacerdote en el año 1973. Era un sacerdote diocesano y fue
asignado a la parroquia del Sagrado Corazón, en la ciudad de Fredonia, al
sureste de Kansas.
Durante doce
años se preocupó más de lo que los demás pensaban de él, que de su ministerio
sacerdotal. Se preocupó de su prestigio como sacerdote, especialmente ante sus
compañeros de ministerio. No asistía a la dirección espiritual con otros
sacerdotes, o si lo hacía, se quedaba en cosas superficiales, como por salir
del compromiso. No hacía las oraciones del breviario ni las que debe hacer todo
sacerdote. Para él la misa no tenía un significado especial. Incurrió en
sucesivas negligencias en su labor pastoral y se dedicó a muchas actividades de
corte social, en detrimento de los fieles de su parroquia. Huyó del sufrimiento
propio de su misión y se portó de manera cobarde ante ese sufrimiento.
No amaba su vida
de sacerdote. Faltó a los mandamientos. Se confesaba con regularidad, pero no
apropiadamente. No tenía propósito de enmienda, ni dolor verdadero por sus
pecados. Tomaba la confesión como un seguro contra el infierno. Sus confesiones
no lo condujeron a un cambio verdadero de vida. Se confesaba cuando quería,
porque pensaba que tenía suficiente tiempo. Él sabía que no estaba haciendo lo
que debía, que no era el sacerdote que debía ser, pero no cambió su forma de
proceder. Los feligreses, sin embargo, consideraban que era un buen sacerdote.
El 18 de Octubre
de 1985 fue a Wichita, más o menos a 130 ó 140 Kms de distancia. Hizo el viaje
por la carretera 86, la única carretera accesible entre Fredonia y Wichita. Era
una carretera montañosa y peligrosa, sin cunetas y de alto tráfico pesado. Fue
a ver a un sacerdote sobre algo que había sucedido en la parroquia de Wichita.
Salió por la mañana y regresó por la tarde. En el recorrido de regreso,
mientras adelantaba a un camión, se vio involucrado en un accidente de frente
con una camioneta en la que iban tres personas que residían en Houston, Texas.
Fue arrojado del
vehículo, sufrió laceraciones en la cabeza y el cuero cabelludo se despegó en
el lado derecho. El lado derecho del cerebro fue cortado parcialmente y muchas
células fueron aplastadas. Quedó prácticamente inconsciente. Una enfermera que
iba en un vehículo detrás de él lo ayudó inmediatamente. Vio que tenía el
cuello roto. Fue atendido de emergencia y llevado en ambulancia a un pequeño
hospital cercano. Un médico le suturó el cuero cabelludo que estaba rasgado.
Todos pensaban que no iba a sobrevivir. Lo atornillaron por delante y por
detrás de la cabeza, le pusieron una chaqueta rígida para evitar movimientos y
lo llevaron en helicóptero a otro hospital en Wichita.
No se atrevieron
a operarlo debido a la gravedad de la lesión. Sufrió fractura de tipo C2, o sea
la segunda vértebra cervical (es el mismo tipo de lesión que ocurre en las
personas que mueren ahorcadas). Cuando esta vértebra se rompe, la persona se
asfixia. Si le hubieran movido la cabeza en el sitio del accidente, hubiera
muerto. Fue colocado en tracción y los doctores le daban un 15% de
probabilidades de vida. Permaneció en Cuidados Intensivos hasta el mes de
Noviembre. Estuvo bajo tratamiento de morfina y tracción. Cuando se supo del accidente,
los miembros de su parroquia y de otras cercanas se pusieron en oración por él.
Se recuperó de manera sorprendente y rápida.
El 2 de
Diciembre lo dieron de alta. No esperaban que sobreviviera. Le dijeron que, a
pesar de sobrevivir, pensaban que iba a quedar paralizado del cuello hacia
abajo, usando un respirador, mirando hacia el techo por el resto de su vida y
sin volver a hablar.
En el mes de
Abril le retiraron los aparatos que lo tenían inmovilizado. De regreso en su
parroquia, una vez estaba celebrando misa entre semana, correspondiendo ese día
el Evangelio de San Lucas, Capítulo 13, Versículo 6 y siguientes, sobre el
Dueño de un viñedo, quien ordena al viñador cortar una higuera que no daba
fruto desde hacía tres años. El viñador intercede ante el Dueño de la viña y le
propone abonarla y cuidarla durante un año más para ver si da fruto, o si no,
puede cortarla. De repente, mientras se encontraba leyendo este pasaje, la
página se volvió luminosa, se agrandó y se acercó hacia él. Sintió un gran sobresalto
y terminó la misa como pudo; después tuvo que sentarse y tomar algo para
calmarse.
En ese momento
recordó una conversación que tuvo lugar muy poco después del accidente. Él no
vio a nadie pero sí escuchó las voces. En esa conversación, el padre Steven se
encontró en la presencia de Dios. Al sentir el amor puro de Dios en la persona
de Jesús, el padre Steven se sintió realmente pecador, pero el Señor le dijo:
“Te amo, acércate”.
El padre Steven
se vio enfrentado a su juicio particular, en el que fueron puestos en evidencia
muchos pecados mortales que no alcanzó a confesar, porque había dejado todo eso
para más tarde. Sintió el Amor Justo de Dios cuando El Señor Jesús le dijo: “Tu
sentencia es el infierno por toda la eternidad”.
El padre Steven
contestó: “Sí Señor, lo sé”. Porque sabía que era toda la verdad de su vida y
eso no fue sorpresa para él. Comprobó que Dios nos conoce perfectamente por
dentro y por fuera y que no se deja llevarpor apariencias
o simples opiniones. También supo que ante Dios no valen excusas, ni pretextos,
ni justificaciones.
Entonces, el
padre Steven escuchó una voz femenina: “Hijo, por favor, ¿puedes perdonar su
vida y su alma inmortal?” El Señor contestó: “Él ha sido sacerdote por doce
años para sí mismo y no para Mí. Dejemos que coseche el castigo que merece”.
La voz femenina
replicó: “Pero Hijo, si le damos gracias especiales, entonces veamos si da
frutos; si no, hágase Tu Voluntad”. El padre Steven sintió el amor
Misericordioso de Dios cuando El Señor contestó: “Madre, es tuyo”.
El padre Steven
no sentía devoción especial por la Virgen, y a partir de ese momento empezó a
tenerla siempre presente en su mente y en su corazón. Se dio cuenta que le
tomará toda la vida ser el sacerdote que debe ser. Con el tiempo, el padre
Steven ingresó a una comunidad contemplativa, no de clausura, que ora e
intercede por los sacerdotes. Dios le dio una oportunidad a su alma y a su vida
física, corporal, y no hay un día en que no haya pensado en lo que le pasó.
Ahora es mucho más consciente que antes de sus pecados.
Algunas
enseñanzas que podemos aprender de la experiencia del padre Stevens:
•Hay dos maneras
de creer: con la cabeza (es decir, intelectualmente) o con el corazón. Durante
muchos años, el padre Steven creyó con la cabeza, es decir, intelectualmente,
en Dios, en el cielo y en los santos. Para él, no eran seres vivos, sino más
bien representaciones o personajes imaginarios.
•El infierno
existe y los sacerdotes no están exentos de él, por tanto, si faltan a los
mandamientos, están expuestos a él. Los sacerdotes tienen que dar cuenta de más
cosas que los fieles, puesto que tienen mayores responsabilidades en su misión:
“A quién mucho se le dio, mucho se le pedirá”.
•Dios nos ayuda
a conocernos a nosotros mismos para que enmendemos nuestros errores y
corrijamos nuestro camino. Tenemos que estar receptivos y cooperar con la
Gracia de Dios.
•Dios nunca le
dice “NO” a la Virgen María. Nosotros no conocemos ni apreciamos la
importancia, la gracia y el poder que Dios ha dado a la Virgen.
•Cuando uno huye
de los sufrimientos y las cruces propias de su vida y su misión, después
aparecen cruces más grandes, donde quiera que uno vaya. Pero cuando las
abrazamos, Dios dulcifica los sufrimientos y las cruces personales.
•El Amor de Dios
es más grande que su Justicia… lo que no quiere decir que Él no será Justo en
su juicio.
•No hay que
tener miedo de decir las cosas como son. Puede que no seas muy popular para los
demás, pero “hay que poner a Dios primero que los hombres”.
•Pueden morir
millones de personas en un mismo instante, pero el juicio es personal y uno lo
enfrenta solo. Recuerda que tu salvación depende de tus acciones: la forma cómo
has vivido y amado.
•Nuestro
verdadero hogar está en el cielo. Aquí, en el mundo, somos peregrinos en camino
a nuestra patria celestial.
Un Sacerdote
enfrenta su juicio particular ante la presencia de Dios. El padre Steven
Scheier fue ordenado sacerdote en el año 1973. Era un sacerdote diocesano y fue
asignado a la parroquia del Sagrado Corazón, en la ciudad de Fredonia, al
sureste de Kansas.
Durante doce
años se preocupó más de lo que los demás pensaban de él, que de su ministerio
sacerdotal. Se preocupó de su prestigio como sacerdote, especialmente ante sus
compañeros de ministerio. No asistía a la dirección espiritual con otros
sacerdotes, o si lo hacía, se quedaba en cosas superficiales, como por salir
del compromiso. No hacía las oraciones del breviario ni las que debe hacer todo
sacerdote. Para él la misa no tenía un significado especial. Incurrió en
sucesivas negligencias en su labor pastoral y se dedicó a muchas actividades de
corte social, en detrimento de los fieles de su parroquia. Huyó del sufrimiento
propio de su misión y se portó de manera cobarde ante ese sufrimiento.
No amaba su vida
de sacerdote. Faltó a los mandamientos. Se confesaba con regularidad, pero no
apropiadamente. No tenía propósito de enmienda, ni dolor verdadero por sus
pecados. Tomaba la confesión como un seguro contra el infierno. Sus confesiones
no lo condujeron a un cambio verdadero de vida. Se confesaba cuando quería,
porque pensaba que tenía suficiente tiempo. Él sabía que no estaba haciendo lo
que debía, que no era el sacerdote que debía ser, pero no cambió su forma de
proceder. Los feligreses, sin embargo, consideraban que era un buen sacerdote.
El 18 de Octubre
de 1985 fue a Wichita, más o menos a 130 ó 140 Kms de distancia. Hizo el viaje
por la carretera 86, la única carretera accesible entre Fredonia y Wichita. Era
una carretera montañosa y peligrosa, sin cunetas y de alto tráfico pesado. Fue
a ver a un sacerdote sobre algo que había sucedido en la parroquia de Wichita.
Salió por la mañana y regresó por la tarde. En el recorrido de regreso,
mientras adelantaba a un camión, se vio involucrado en un accidente de frente
con una camioneta en la que iban tres personas que residían en Houston, Texas.
Fue arrojado del
vehículo, sufrió laceraciones en la cabeza y el cuero cabelludo se despegó en
el lado derecho. El lado derecho del cerebro fue cortado parcialmente y muchas
células fueron aplastadas. Quedó prácticamente inconsciente. Una enfermera que
iba en un vehículo detrás de él lo ayudó inmediatamente. Vio que tenía el
cuello roto. Fue atendido de emergencia y llevado en ambulancia a un pequeño
hospital cercano. Un médico le suturó el cuero cabelludo que estaba rasgado.
Todos pensaban que no iba a sobrevivir. Lo atornillaron por delante y por
detrás de la cabeza, le pusieron una chaqueta rígida para evitar movimientos y
lo llevaron en helicóptero a otro hospital en Wichita.
No se atrevieron
a operarlo debido a la gravedad de la lesión. Sufrió fractura de tipo C2, o sea
la segunda vértebra cervical (es el mismo tipo de lesión que ocurre en las
personas que mueren ahorcadas). Cuando esta vértebra se rompe, la persona se
asfixia. Si le hubieran movido la cabeza en el sitio del accidente, hubiera
muerto. Fue colocado en tracción y los doctores le daban un 15% de
probabilidades de vida. Permaneció en Cuidados Intensivos hasta el mes de
Noviembre. Estuvo bajo tratamiento de morfina y tracción. Cuando se supo del accidente,
los miembros de su parroquia y de otras cercanas se pusieron en oración por él.
Se recuperó de manera sorprendente y rápida.
El 2 de
Diciembre lo dieron de alta. No esperaban que sobreviviera. Le dijeron que, a
pesar de sobrevivir, pensaban que iba a quedar paralizado del cuello hacia
abajo, usando un respirador, mirando hacia el techo por el resto de su vida y
sin volver a hablar.
En el mes de
Abril le retiraron los aparatos que lo tenían inmovilizado. De regreso en su
parroquia, una vez estaba celebrando misa entre semana, correspondiendo ese día
el Evangelio de San Lucas, Capítulo 13, Versículo 6 y siguientes, sobre el
Dueño de un viñedo, quien ordena al viñador cortar una higuera que no daba
fruto desde hacía tres años. El viñador intercede ante el Dueño de la viña y le
propone abonarla y cuidarla durante un año más para ver si da fruto, o si no,
puede cortarla. De repente, mientras se encontraba leyendo este pasaje, la
página se volvió luminosa, se agrandó y se acercó hacia él. Sintió un gran sobresalto
y terminó la misa como pudo; después tuvo que sentarse y tomar algo para
calmarse.
En ese momento
recordó una conversación que tuvo lugar muy poco después del accidente. Él no
vio a nadie pero sí escuchó las voces. En esa conversación, el padre Steven se
encontró en la presencia de Dios. Al sentir el amor puro de Dios en la persona
de Jesús, el padre Steven se sintió realmente pecador, pero el Señor le dijo:
“Te amo, acércate”.
El padre Steven
se vio enfrentado a su juicio particular, en el que fueron puestos en evidencia
muchos pecados mortales que no alcanzó a confesar, porque había dejado todo eso
para más tarde. Sintió el Amor Justo de Dios cuando El Señor Jesús le dijo: “Tu
sentencia es el infierno por toda la eternidad”.
Entonces, el
padre Steven escuchó una voz femenina: “Hijo, por favor, ¿puedes perdonar su
vida y su alma inmortal?” El Señor contestó: “Él ha sido sacerdote por doce
años para sí mismo y no para Mí. Dejemos que coseche el castigo que merece”.
La voz femenina
replicó: “Pero Hijo, si le damos gracias especiales, entonces veamos si da
frutos; si no, hágase Tu Voluntad”. El padre Steven sintió el amor
Misericordioso de Dios cuando El Señor contestó: “Madre, es tuyo”.
El padre Steven
no sentía devoción especial por la Virgen, y a partir de ese momento empezó a
tenerla siempre presente en su mente y en su corazón. Se dio cuenta que le
tomará toda la vida ser el sacerdote que debe ser. Con el tiempo, el padre
Steven ingresó a una comunidad contemplativa, no de clausura, que ora e
intercede por los sacerdotes. Dios le dio una oportunidad a su alma y a su vida
física, corporal, y no hay un día en que no haya pensado en lo que le pasó.
Ahora es mucho más consciente que antes de sus pecados.
Algunas
enseñanzas que podemos aprender de la experiencia del padre Stevens:
•Hay dos maneras
de creer: con la cabeza (es decir, intelectualmente) o con el corazón. Durante
muchos años, el padre Steven creyó con la cabeza, es decir, intelectualmente,
en Dios, en el cielo y en los santos. Para él, no eran seres vivos, sino más
bien representaciones o personajes imaginarios.
•El infierno
existe y los sacerdotes no están exentos de él, por tanto, si faltan a los
mandamientos, están expuestos a él. Los sacerdotes tienen que dar cuenta de más
cosas que los fieles, puesto que tienen mayores responsabilidades en su misión:
“A quién mucho se le dio, mucho se le pedirá”.
•Dios nos ayuda
a conocernos a nosotros mismos para que enmendemos nuestros errores y
corrijamos nuestro camino. Tenemos que estar receptivos y cooperar con la
Gracia de Dios.
•Dios nunca le
dice “NO” a la Virgen María. Nosotros no conocemos ni apreciamos la
importancia, la gracia y el poder que Dios ha dado a la Virgen.
•Cuando uno huye
de los sufrimientos y las cruces propias de su vida y su misión, después
aparecen cruces más grandes, donde quiera que uno vaya. Pero cuando las
abrazamos, Dios dulcifica los sufrimientos y las cruces personales.
•El Amor de Dios
es más grande que su Justicia… lo que no quiere decir que Él no será Justo en
su juicio.
•No hay que
tener miedo de decir las cosas como son. Puede que no seas muy popular para los
demás, pero “hay que poner a Dios primero que los hombres”.
•Pueden morir
millones de personas en un mismo instante, pero el juicio es personal y uno lo
enfrenta solo. Recuerda que tu salvación depende de tus acciones: la forma cómo
has vivido y amado.
•Nuestro
verdadero hogar está en el cielo. Aquí, en el mundo, somos peregrinos en camino
a nuestra patria celestial.