Los Diez Mandamientos resumidos y meditados para Jóvenes
Tantos judíos y cristianos creen que Dios se los
reveló a Moisés, a pesar de que para entender el contenido de estos preceptos
no se requiere una virtud sobrenatural de fe como tal, sino que se entienden a
través la luz natural de la razón humana. Veamos cada uno de ellos:
1. No tendrás otros dioses
delante de mí:
Como ya saben, es muy importante leer las Sagradas
Escrituras en su contexto histórico. Así, tengamos en mente que los
judíos pasaron años en Egipto y que cuando Moisés descendió del Monte Sinaí,
los encontró en pleno jolgorio; habían caído en la adoración de un dios
egipcio, Apis, que está representado en el panteón egipcio como un toro (Ex 32,
1ff). Apis era el dios de la fortaleza y fertilidad, es decir, del poder y la
riqueza.
Adorar algo es hacer que eso sea el centro alrededor
del cual gira la vida. Hay muchas cosas posibles en las que una persona puede
centrar su vida. A pesar de que no encontramos hoy en día a tantas personas que
se inclinen frente a ídolos de oro, son pocas las que no tienen al poder y la
riqueza como su principal objetivo en la vida.
Sin importar la forma que tome, la violación del
primer mandamiento, que es el pecado de la idolatría, no es más que egolatría;
dado que la búsqueda del poder y del dinero como meta principal es, en
definitiva, la búsqueda de uno mismo como centro de la propia vida.
2. No pronunciarás en vano el
nombre del Señor:
La forma principal de violar este mandamiento es jurar
utilizando el nombre de Dios: "... y que Dios me ayude" (invocando a Dios como
testigo de que estás diciendo la verdad) y luego mentir. Eso es jurar en
falso.
El mandamiento también se viola cuando se utiliza el
nombre de Dios como insulto, habitualmente en respuesta a un enojo o
simplemente mencionando el nombre de Dios en forma frívola, sin ningún tipo de
reverencia. Esto es "insultar" en el verdadero sentido de la palabra.
Decir palabrotas que no incluyen el nombre de Dios (por ejemplo, la palabra que
empieza con "m") no es lo mismo que insultar. Esto último es
ciertamente desconsiderado y un signo de falta de autocontrol, pero es mucho
menos grave que insultar en el verdadero sentido de la palabra.
3. Acuérdate del día sábado
para santificarlo:
Para los judíos, el
Sabbath comienza el viernes a la tarde y continúa a lo largo de todo el sábado.
Para los cristianos, como Cristo resucitó de entre los muertos un domingo, el
Sabbath comienza el sábado por la tarde y continúa a lo largo de todo el
domingo. Para los judíos, la palabra "sagrado" significa
"apartado". El Sabbath está apartado de los demás días como el día de
adoración y contemplación.
La vida consiste en prepararnos para la
vida eterna y la vida eterna es una vida de adoración y contemplación eterna de
Dios, tal como Él es en sí mismo. Ello se representa en la semana de trabajo de
7 días, que es un microcosmos siempre recurrente de la vida humana para
recordarnos hacia dónde estamos yendo. Cada día de la semana es un día de
trabajo, pero nuestro trabajo está ordenado hacia el "descanso", que
es el Sabbath (saba en hebreo es "siete" y "juramento" por
el cual nos comprometemos). La forma de contemplación más elevada es la que se
dirige al ser superior, que es Dios. En inglés, el término "holiday",
que equivale a feriado o día festivo, significa "holy day" o día
santo. La cultura occidental ha perdido el sentido de esta noción de
feriado como día santo, que es el motivo por el cual durante esos días la gente
se dedica más a consumir que a adorar. El consumismo se ha transformado
en la nueva religión y los centros comerciales se han convertido en
nuevas iglesias.
4. Honra a tu padre y a tu
madre
Tenemos una deuda para con nuestros padres, una deuda
que no podremos cancelar por completo. Sin embargo, estamos obligados a
pagar esa deuda en la mayor medida que podamos y eso se logra
honrándolos. Honrar, para los judíos, significa "glorificar".
Estamos llamados a glorificar a nuestros padres, que
se sentirán glorificados por nuestros éxitos, porque nuestros éxitos se
proyectan en ellos. Sin embargo, debemos tener cuidado en la manera de definir
el éxito, ya que este término ha pasado a significar una cantidad de cosas
diferentes para personas diferentes.
Las buenas calificaciones, un trabajo bien pagado y la
prosperidad material son "éxitos" hablando en forma relativa, pero
uno puede alcanzar muchos logros en estas áreas y terminar siendo un fracaso
moral. Eso sí que deshonra a los padres. El éxito humano tiene más que ver con
la integridad del hombre, que es un logro moral. Los santos son un ejemplo de
lo que significa tener un éxito genuino.
5. No matarás:
La persona humana se crea a imagen y semejanza de
Dios, es decir, a imagen del "conocimiento y amor" o de la
"mente y corazón". En otras palabras, un ser humano es como
Dios en la medida que es una persona que tiene la facultad de pensar y elegir
libremente. Todo lo demás que se encuentra en la creación, es decir, las
plantas, los animales, los minerales, existen para satisfacer sus
necesidades. Por otro lado, Dios quiso que la persona humana existiera
por su propio bien y no como un instrumento del estado o para que la usen los
demás (por ejemplo, mediante la esclavitud en todas sus diversas formas). Nos
deshacemos de los instrumentos cuando ya no son necesarios (tiramos viejos
ordenadores, televisores, bolígrafos, relojes, etc. a la basura).
Sin embargo, el valor de la persona humana no puede
calcularse en base a su utilidad, ya que ello implicaría reducirla a un mero
instrumento. La diseminación de esta mentalidad utilitaria en la cultura trae
aparejado un aumento en el número de asesinatos directos e indirectos (aborto,
infanticidio, eutanasia, fraude, asesinato de reputaciones, indiferencia hacia
los enfermos, los que sufren y los pobres, etc.).
6. No cometerás
adulterio:
La comunidad primera e inmediata en la que nacemos es
la familia, que es la unidad fundamental de la sociedad, muchas veces comparada
con la célula del cuerpo humano. La familia comienza con el matrimonio y
el matrimonio es santo. Es una institución, o sea, una organización que existe
para el bien público. En otras palabras, es más que una amistad privada.
Además, lo estableció Dios (ver Gn 2, 24). El matrimonio es la entrega
completa y mutua de dos personas, un hombre y una mujer. Como tal, es la unión
de dos en una sola carne, en un sólo cuerpo, ya que esta entrega es total,
física, hasta la muerte, exclusiva e indivisa y está ordenada a la generación
de nuevas vidas.
El acto de la unión sexual es una expresión de esta
unión en una sola carne. El adulterio es un acto de infidelidad a las promesas
matrimoniales y reduce el acto sexual a una mentira (uno se está uniendo a
alguien que no es su cónyuge). El precepto contra el adulterio incluye,
dentro de su alcance, a toda otra actividad sexual que se practique fuera del
matrimonio.
7. No robarás:
Un derecho siempre se corresponde con un
deber, entonces si tienes el deber de criar a tus hijos, de protegerlos,
alimentarlos y educarlos, etc., tienes el derecho de contar con los medios
necesarios para cumplir con ese fin. Esto significa que tienes derecho a los
bienes que necesitas para cumplir con tu obligación, pero esos bienes deben
comprarse y la primera medida que debemos tomar para comprar esos bienes
consiste en desarrollar nuestra capacidad para generar riquezas (es decir,
bienes y/o servicios). Para adquirir bienes, debes hacer una operación
convenida de mutuo acuerdo con terceros. Entonces, produces algo que otra
persona desea y por la que quiere pagar un precio (el dinero es simplemente un
medio artificial de intercambio).
De este modo, por ejemplo, acuerdas
fabricar una mesa (dado que tienes la capacidad para hacerlo) con alguien que
acepta pagar el costo de los materiales y la mano de obra. Entonces,
robar es tomar un bien que por legítimo derecho le pertenece a otra persona. De
este modo, si yo te robo, lo que estoy haciendo en definitiva es modificar los
términos de tus acuerdos con otras personas. Por ejemplo, ganaste $100 como
resultado de una operación convenida de mutuo acuerdo relacionada con tu oficio
(por ej. carpintería, contaduría o enseñanza, etc.), pero yo tomo ese dinero cuando
no estás mirando. En esencia, lo que hice es que he decidido, sin tu permiso o
conocimiento, que tú fabricarás esa mesa para él, pero que él me pagará a mí
por ella. Esa conducta viola la justicia.
8. No levantarás falso
testimonio:
Un mentiroso es una persona en la que no se puede
confiar. Es alguien que lleva una división dentro de él es decir, un grado de
desintegración.
La mentira es una violación inmediata de
la "integridad"; dado que existe una separación entre lo que aparece
en las palabras del mentiroso y lo que está en su mente. A pesar de que la
verdad está en su mente, no lo está en sus palabras. Sin embargo, el hombre fue
creado a imagen y semejanza de Dios, quien está absolutamente unido a sus
Palabras y es por ese motivo que todo comienza a existir a través del poder de
su Palabra: "Dios dijo: «Haya luz», y hubo luz...". Por
consiguiente, debo estar cada vez más unido a mis palabras y no separarme de
ellas.
Si nuestras palabras están cada vez más unidas al
contenido de verdad que está dentro de nosotros y cada vez más llenas de dicha
verdad, nos pareceremos cada vez más a Dios. Cuanto más vacías de ese
contenido estén nuestras palabras y cuanto más se utilicen para expresar una
falsedad en vez de lo que tenemos dentro (como sucede con las mentiras),
seremos cada vez más diferentes a Dios.
La mentira implica meditación. Consideren una
mentira pobremente armada: "No pude devolverte la llamada con la urgencia
que querías porque estuve fuera todo el fin de semana cazando
elefantes." Nos resultará fácil ver a través de semejante mentira.
Una mentira elaborada con más cuidado requiere más de pensamiento y meditación.
¿Por qué meditación? El motivo es que la mente piensa, pero el espíritu
medita y cuando un mentiroso piensa cual es la mejor manera de modelar su
mentira. El espíritu del mentiroso no está abierto a Dios, sino que al espíritu
a quien Cristo se refiere como el "padre de la mentira" (Jn 8, 44), a
quien las Sagradas Escrituras se refieren como a la más astuta de todas las creaturas
de Dios (Gn 3, 1). El mentiroso astuto se involucra en una suerte de
anti-oración. Y la "división" que el mentiroso lleva dentro
suyo por mentir es una fisura a través de la cual la influencia de la oscuridad
va penetrando hasta lo más profundo.
En la medida que el mentiroso continúa mintiendo (dado que somos
creaturas de hábitos) se va perdiendo a sí mismo y, en algún punto, su pérdida termina
siendo prácticamente irreparable. Pronto comenzará a deleitarse con sus
mentiras porque a través de sus éxitos se demuestra a sí mismo que tiene una
aparente superioridad intelectual por sobre todos aquellos que han sido
engañados, cada uno de los cuales se ha convertido en un medio para los propios
fines del mentiroso, títeres dentro de un entorno que él arma para sí mismo.
El único remedio contra la mentira es un compromiso
que la excluya por completo, para siempre, en todo lugar y bajo cualquier
circunstancia.
9 y 10. No codiciarás a la
mujer de tu prójimo; no codiciarás los bienes ajenos:
Codiciar, tal como se utiliza aquí, significa tener un
deseo desordenado de algo o alguien. Quién codicia está insatisfecho con lo que
tiene; o más específicamente, con lo que es. Todo está sujeto a la providencia
de Dios y todo lo que sucede está contenido dentro del plan de mayor
envergadura de la divina providencia. Esta es una verdad incluso a la luz del
hecho de que los seres humanos hacen elecciones libres. Pues bien, todos
nosotros tenemos un lugar en el plan de la divina providencia. Todos tenemos nuestro
lugar en este mundo. Nuestro lugar contribuye con el esplendor del plan total
de la providencia plenamente realizado. El problema es que nos amamos
demasiado a nosotros mismos y por eso debemos pasar el resto de nuestras vidas
trabajando para ir disminuyendo la intensidad de ese amor desmesurado hacia
nosotros mismos con el objeto de ir aumentando cada vez más el amor a Dios.
Codiciar es un signo de que tenemos mucho que hacer,
es un indicio de que aún deseamos superar nuestras limitaciones naturales, ser
más de lo que somos. Y esa es la raíz de los problemas en este mundo; nos
amamos demasiado a nosotros mismos y no tanto a los demás. Este
mandamiento nos llama a que aprendamos a amar a los demás como a "otro
ser", a regocijarnos con sus bendiciones como si fueran nuestras. Cuanto
más avancemos en estas líneas, seremos más felices porque la felicidad de los
demás termina siendo la nuestra.
Una reflexión final.
Existe un motivo por el que los primeros tres
mandamientos tienen que ver con nuestra relación con Dios, mientras
que los últimos siete rigen nuestra relación con el prójimo.
El motivo es que simplemente no podemos amar a nuestro prójimo ni no amamos a
Dios en primer lugar. Una correcta relación con nuestro prójimo es tan solo el
resultado de una correcta relación con Dios. Si no veo al otro en relación con
Dios, es decir, como perteneciente a Él, no pasará mucho tiempo antes de que
comience a amarlo principalmente por lo que él hace por mí. Sólo cuando lo
veo desde el punto de vista de Dios puedo amar a mi prójimo por su bien, y no
por mi propio bien, porque Dios amó a cada una de las personas que existen por
su bien.
El amor que le tenemos al prójimo es meramente una
extensión o una expresión de nuestro amor a Dios. Si un ateo ama verdadera
y genuinamente a su prójimo por su bien, podría decirse que ese
"ateo" ama a Dios sin saberlo explícitamente, del mismo modo que
"el que dice: «Amo a Dios», y no ama a su hermano, es un mentiroso. ¿Cómo
puede amar a Dios, a quien no ve, el que no ama a su hermano, a quien ve?"
(1 Jn 4, 20).